lunes, 22 de octubre de 2012



Inconscientes

La poesía aparenta normas
como música de añejo conservatorio
pero no, confiesa Alejandra,
la poesía surge de un no se dónde
la poesía es magia
fluye como vómito de gaviota
como río apresurado hacia una cima lejana
como la lluvia constante que sorprende a los vivos
como los colores que pintan desnudos a los muertos


La poesía no tiene apariencia ni estructura fija
la poesía inunda la mente sin permiso
y arrebata los sueños que no recuerdas.


La poesía se escapa de tu inconsciente y no encuentra dueños.


Suerte

Un acertijo
que mirar de cerca
que nada me gusta tanto como esa fuerza poderosa
que sale de algunas plantas envenenadas
mágicas

Me fui para no volver
seguro que me verás salir
llaves
cerrojos
violencia

Adiós adiós adiós

miércoles, 30 de mayo de 2012


Sin señal

Hay dudas escritas sobre el diván azul
como los ojos de aquel niño despierto remolón
mi vientre rojo sin señales de humo
crece y crece
y yo voy y vengo sin guías
ni instrumentos para mirarte de lejos
es que estoy más cerca que nunca
me aproximo reptando como lo hace aquel gusanito que pisaste
fue sin querer, dijiste sin más,
y entonces
es que
hay una vereda que estremece al mundo
pero
no la conocemos
ni reconocemos sus huellas
los demonios la ocultan de vos
y de mi
como con cerrojos
hay un sí y un no
una luz en el túnel que se enciende
será?

sábado, 19 de mayo de 2012

ODA A MIS EXCESOS

Con boca de ballena, devorarlo todo hasta estremecer los dientes
eternos y filosos
de hambre inquieto,
de sed de tiempo
de maremotos
ansiosos
que aguardan en la próxima estación
Como serpiente gatear hasta tu piel prohibida y fundirme en el horno de tus brazos
buscar consuelo y perder otra vez
la moneda en la ranura
la suerte en la ruleta
y no tener
ticket para volver a tu destino
Como mariposa alborotada abrir tus labios
hasta elevarlos por encima de la furia de los dioses
de las mentiras edulcoradas que dijimos en la infancia
Como gato escaparme sin aviso
volver lento hacia tu sombra
y saborear con la lengua todo el pasado.

martes, 8 de mayo de 2012

Movimiento

Moverse
soy una sujeta que se va hacia no se dónde
o si me preguntas e insistes como con una espada contra una pared de adobe que se cae
¡ya se cae!
te contesto que yo voy hacia desiertos helados
me envuelvo en mares vaporosos que se desparraman por el mundo gris
Moverse me gusta pero te gusta más a vos,
con esa cara de gatito feliz
cada vez que hacemos un plan
que rompemos con hielos filosos
la pesadez de las horas
Moverse es un destino que no tiene precio final ni fecha de caducidad
Abortamos los mundos a los que ya no pertenecemos
las mentiras que dijimos para qué y cómo es lo que dirán ya no nos importa sólo un poco.

lunes, 7 de mayo de 2012

hospital

Un hospital de noche donde curar soledades en abundancia excesos de tristezas de gente en llanto de despertares que no llegan Un hospital de noche donde no hay música que te sature sino que te duerma como niños y niñas

miércoles, 2 de mayo de 2012

habrá

Alguna vez desnuda intrépida Mi cuerpo mirará tu presencia Morirán los relojes Y dormirán las agendas No habrá motivo para el adiós rápido Habrá susurros de hoy y de mañana brazos que se chocan voces que enojan a los vecinos Habrá risas rosas rocas rimas habrá

ausencias

Fantasmas Hay un hola seco Y tú impasible Te desnudas en el escenario Estoy muerta de ganas Y de tibieza El viento se llevó el afecto Y vivo en un cuento soporífero Abismo De mi Corro y la ruta está librada Registro el polvo Me dices sí O que tal vez no. Hay mujeres bailando sus tetas Y tu hermana con una botella rajada El líquido sugiere destino La suerte quedó confinada

La popular

Como si la hubiera traído el viento, una voz con eco se acerca de pronto y susurra cómplice. “Te tocó la popular, perdoname”, sentencia mientras ruega absolución con tono religioso y lastimoso, de ese que tanto aborrezco. Entonces despierto de mi sueño anestésico como si esa frase poderosa me sacara la inocencia que enfrasqué hace muchos meses. Mi hija que acaba de nacer hace esfuerzos en vano para succionar mis pechos que se desparraman como los duraznos que llegaron al final de sus vidas y caen molestos en el patio. La camilla estaciona en la sala que nos corresponde. Estamos todas, una al lado de la otra. Como autos en fila. Como un ejército formado antes de la guerra. Como los álamos que dibujan la perspectiva en la otra calle. Como un alumnado aguardando la bandera a la entrada del colegio. La misma escena se repite por diez. Como las tablas numéricas. Una mujer, un bebé o una beba en un mundo gastado y sin vanidades. Camas de hierro desvencijado. Luces con focos tenues, graficando sombras. Nadie tiene nombre ni apellido, ni currículum, ni profesión. La transpiración como río apurado pasea por cada cuerpo. Los llantos de los niños y las niñas interrumpen intrépidos cualquier siesta. La sangre se instala en el baño y en las sábanas, como un huésped preferencial. Los segundos se aproximan tímidos, como desnudos en plena plaza. A mi lado hay una mujer gorda vestida de joggins, como si en vez de parir acabara de correr una carrera hacia no sé dónde. No duerme, dice orgullosa como levantando una insignia de honor. El niño recién sale de la incubadora, donde lo enjaularon por haberse asomado con seis meses de gestado. Tiene que engordar, que engordar, que engordar. Repite sin respiro mientras devora sin pausa y con apuro un alfajor triple de chocolate blanco. Es más liviano, avisa creer como si fuera una especialista en nutrición. En la tercera cama hay tres mujeres. La abuela, la madre, la hija. La abuela que parece madre. La madre que parece hija. Tiene 14 años y ya es madre. Su madre tiene 35 y ahora es abuela y otra vez madre. La beba que no para de llorar y se escuchan canciones de cuna antiguas balbuceadas por la abuela, a lo lejos. Le enseñaron a “no hacer mucha bulla”, cuenta con cierto recelo. La hija-madre está en posición fetal, se retuerce. El ruido de una cumbia participa e invade sin permiso, la sala. El niño de la mujer de en frente no despierta. Pero la mujer de enfrente, aburrida hasta las tetas, enciende su celular en tono música. Nadie se queja, nadie aprendió a hacerlo. Ya es tarde. Afuera hay aullidos como de furia. Se escucha un tiro. Nadie se espanta de lo cotidiano. Hay una mujer sin niño ni niña. Tiene un legrado recién estrenado, pero está en la habitación de maternidad. Una película de terror, una broma, un martes 13, una burla escupida en la cara. Hay silencio. La pieza se llena de repente de banderas de todos los colores. Parece un mundial de fútbol, avisa indiscreto el marido de una de las chicas que no entra en acción. No flamean. Pero están y todas las percibimos desde nuestros espacios que son tan comunes y tan propios. La Cordillera enorme no se lo impidió. Una mujer vino de Chile a ver nacer a su bebé y lo consiguió aunque con rodeos. Esperó en una camilla 23 horas hasta que el canal de parto se abrió como una jaula que se vuelve paloma. Aquí se nace sin necesidad de traer una cuenta bancaria en el bolso, exclama entre risas, mientras otra mujer de Bolivia, que se acercó por los mismos motivos, asiente con la cabeza y abriga para la nieve a su pequeña hija. Saquele eso, grita una enfermera que entra en escena intempestivamente y despierta sin pudor a quienes duermen. Aquí nadie es princesa, se va avisando obviedades. La última mujer muere. No hay flores. Nadie escribe su memoria. No hay cenizas. Link permanente: http://www.mdzol.com/mdz/nota/362032

Oda a la Berta

¡Bienvenidos y Bienvenidas! Con sigilo y aroma a pasta recién parida, Berta abre su puerta como una bailarina de cabaret francés que aflora todos los instintos reprimidos. La obra acaba de comenzar, preparen sus paladares que manjares del Olimpo los aguardan celosos hasta la madrugada, que charlas profundas sin censura previa invadirán al borde de la noche, que la música golpea al ambiente sin pedir permiso. Es que Dijo La Berta. Parece colarse entre almanaques de otro tiempo. Parece que por las ventanas se zambullen melodías con carcajadas italianas. Parece que el susurro de una lasagna en el horno despertó a los vecinos chismosos. Parece que intrépidas, las mujeres desnudan sus secretos sin temores. Parece que un ruido a placares lejanos galopa las paredes. Parece que el teléfono naranja suena a distancia de tango. Es que Dijo La Berta. Hay enojos que llegan hasta el techo magnánimo. Reconciliaciones que se nutren entre copas de vino y amantes confesos sin prédica. Hombres que lloran con prejuicios sueltos. Orgías que invaden las cabezas y las voces. Espaldas que no se dan, abrazos que se intensifican en espejos helados, veranos que se eternizan, muertes que se abandonan a si mismas. Es que Dijo La Berta. Y las promesas falsas de amores eternos edulcorados se mezclan entre las papas rústicas y la pizza casera amasada in situ. Y los amigas y los amigos sedientos de palabras aguardan los postres de chocolate que derrochan encantos de otros cielos. Que un patio de cactus profuso asoma entre los últimos brindis y un sol que amenaza. Es que Dijo La Berta. Los colores rocían los platos. La última estrofa de una canción resucita y los ecos de un tambor dicen que se acerca el adiós. Las camas llaman insistentes y un café es la última razón para quedarse entre discos y nostalgias. Es que Dijo La Berta. Y está la Pepa con su seño fruncido, lista para el abrazo de la despedida.