martes, 27 de enero de 2009

No busques

No te juraré amor sin plazos

No terminaré mis cartas diciendo "tuya"

Apartate de mi. No habrá más que palabras.

destrozo

Como destrozar la cabeza contra el muro
quermar mis dedos con sahumerios
tú, extraño que apareces
desvelado
desatado
desnudado
mueres

sábado, 10 de enero de 2009

Marian

Marian,
palabra viva, palabra en hacia delante
como diosa indómita te reverenciamos
mujer entera- bruja- de pie
nacida de selva
serás risa a carcajadas
leona enérgica y brava

Un silencio te habita
tus deseos
sucumben
en el camino sinuoso de otros,
fuiste bautizada a oscuras
como
madre que acaricia
cerebros y panes,
vemos
tus manos salvajes trazando túneles
hacia
tus sitios inhóspitos
y entonces
te descalzas
y
tus penas
que
se hundieron hace tiempo
allá donde nadie te distingue
prosperan insurrectas
sin brújula

No desesperas
el mundo infringe y cae dócil
te saluda y te deleita esa genuflexión
habrá certezas que descubrir
aún
una carta que echar
en este temporal infinito
que es la vida
giras y
desnuda en el mar te salvas.

Desatame

Desatame.
Hay un mundo lleno de dientes.
Veo deshojar margaritas a enanos.
Hay una mano extraña en el fondo.

El procedimiento

Eran las 3 de la tarde cuando Amalia miró su reloj y absorta notó que llegaba con retraso. “Espero que ese médico no se mueva de ahí”, pensó mientras le temblaban las piernas. Anduvo dos cuadras más y abrió un papelito que había doblado prolijamente con varias vueltas dos días atrás : Colón 994, cuarto piso, había escrito con una lápiz azul que apenas podía leer . “Sí, es acá”, se dijo aliviada. Prefirió el ascensor porque los nervios le inundaban el cuerpo y cualquier esfuerzo de subir una escalera, sería en vano. Como una postal en movimiento, se le pasó la vida mientras ascendía hasta aquel cuarto. La soledad había sido una buena compañía, ella lo sabía, la había despertado desde muy pequeña, cuando su madre le dijo adiós y la metió en la casa de su abuela Anastasia de un empujón. Ella sabía que no podía repetirse la historia. O al menos ella no quería, si a esta altura le quedaba algún margen de libertad. Después se descubrió en aquel consultorio.
“Señorita, antes del procedimiento tenemos que completar un formulario” le dijo un hombre con un delantal blanco desteñido. “Pase por acá, por favor”. Amalia, que acostumbraba a reñir con cuanta persona- si era hombre, preferentemente- se le aparecía en su camino, sólo se limitó a responder. “Esta ficha la llenaremos por las dudas, por si por esas cosas de la vida, a la policía se le ocurre venir a visitarnos”, le dijo el doctor. “Cínico”, esa fue la única palabra que pudo pensar Ni una más. Eso de “esas cosas de la vida”, no mereció reflexión alguna.
Después la acostaron en una camilla y todos vistieron guantes. Había una mujer gorda con el pelo cortito, como el pasto que se corta con una máquina. "¿Has comido algo?", le preguntó la obesa. “Sí, un poco de budín”, respondió la muchacha. Y recibió una cachetada: “Nos olvidamos de avisarte que no tenías que comer, pero ya te hemos puesto la anestesia, que tengas suerte”-Sobre un colchón azul desvencijado apareció Amalia extendida. Habían pasado dos horas y ella no tenía noción del tiempo. Se apersonó una muchacha que aparentaba la misma edad de Amalia, pero cuando la miró bien, un conjunto de arrugas le dibujaban el rostro. “Buenas tarde señorina, nuestro servicio ha terminado, ya se puede ir”, le dijo. Amalia intentó levantarse, pero los mareos le hicieron tropezar una y otra vez. Debajo de su bombacha un algodón grande con mucha sangre, era lo único nuevo que sentía. Salió del cuarto. Apareció en la calle y la cabeza le estallaba.

No importa (dice la gente)

Están los de siempre: mi tío, tu espejo y el peine
Llueve palabras soeces
Y entonces los niños ocultan su humor

Me muevo
Resucito
Te miro y me alejo

La gente dice que no importa
Y no hay ni dimes ni diretes

Pasajes

El cadáver desnudo descubre un cielo fijo
Ha pasado el amor
Sin escrúpulos ni excusas ni mutismos
Me fui cuando el sol me golpeó la cara
Y él se quedó aletargado
Regreso cuando se hace primavera
Hay micros que viajan y señoras con polleras roja
No supe adaptarme
A veces quisiera huir del todo
Mis piernas lo impiden.

jueves, 25 de diciembre de 2008

Muerte en Navidad

Lo maté, lanzó la mujer anciana sin titubear en medio del almuerzo navideño. Los invitados la miraron impertérritos. Una sonrisa volvió a dibujarse en su rostro firme y comenzó un relato estremecedor. Detalles de la huida, cuchillos afilados, sangre desparramada.
Mientras hablaba, balanceaba sus brazos gordos de un lado para el otro. La transpiración corría apurada por su cuerpo que atestiguaba la historia. La mesa se movió varias veces y los platos siguieron el ritmo.
Todos sospechaban de esa muerte. Había ahorcado, zarandeado, acuchillado, apuñalado, despedazado. El conejo esperaba en el horno.

Fatalidad

Veo ojos tibios desparramados en tus zonas erógenas.
La sangre recién despierta las voces desnudas.
Morir, vivir, partir.
Estamos solos.
No hay remedio.

domingo, 21 de diciembre de 2008

22

El 22. Un número par, capicúa, segundo, divido dos, doble, indescifrable. Le gritan El Loco, lo apuestan, lo vencen. Conocí el 22 un día cualquiera, cuando un hombre curioso me habló de ese número, embelesado ante su presencia. El 22 lo había perseguido incesantemente como un conjuro desde su nacimiento. Su madre lo parió una tarde naranja del 22 del mes 11, que al multiplicarlo por dos resulta 22. Y quedó registrado bajo un documento de identidad encabezado por 22, como un sello indeleble.
Después me enamoré perdidamente del hombre del 22. Desde entonces asombrada advierto cómo ese insólito número lo acompaña a todas partes. El asiento del colectivo, el número del boleto, el vuelto, el valor de un producto que gusta adquirir.
Al 22 lo busco para pensar a este hombre apasionado, íntimo e inquieto con quien me despierto a diario.

Timoteo

Timoteo, te amo
le dijo la mujer estremeciendo su lábil rostro frente a un espejo
La tierra rompió en un latido
y los amantes se desgarraron con ella
A veces él sale corriendo con un rojo zapato
agitado
hurga curioso en el destino
Aparecerá, querido, la muerte es un puente que no viene de vuelta

Pacto

Te quiero desde ese día que volteaste para verme
Y decirme un seco hola
Y mi amor se convirtió así
En un torbellino incontrolable
Mis ganas de tus besos y de tu cuerpo
Tu pecho acalorado sobre mi mundo vertiginoso
Tus brazos y mis manos

No sabía si era así o era otra parte
Aquel instante mustio
Los miles de pasos de distancia
Los portarretratos trizados por los años soporíferos
Sonreí y después una brisa ligera me fue desnudando

Otro aniversario, otro mundo, otro color de todos los colores
Una habitación deshabitada
Vos, yo y este pacto inconfesable.

jueves, 18 de diciembre de 2008

De sueltas y sueltas

Suelta. Tengo cinco años, 2 meses y 20 días. El sol me hace rascar los brazos si me quedo más de la cuenta mirando hacia arriba. No estoy acostumbrada, repite mi abuela, dice que soy muy blanca. El blanco es un color incoloro. No me gusta. El rojo, sí.
Se alargan los días y nos empujan al patio en el jardín de infantes. La señorita Leonor me pidió que llevara una soga. Dice que nos van a enseñar a saltar. Pienso en la extensión de las acequias y estoy asombrada. Pero parece que se trata de otra cosa. Mañana es el día en que descubriré de qué se trata saltar con una soga. Pienso en saltos. Puentes, charcos, pared, mesa, elástico, punta de pie, escalones. Mi madre compra la soga y la adentro en mi bolso gris. Ahora tengo la soga en mi mente. Duermo y estoy intranquila. Sueño con un ahorcado.


Suelta. Ahora estoy más grande. Tengo 12 años, un mes para los 13. También van mis padres y mis hermanos. Estamos en un auto que se detiene. Suspenso. Las puertas se abren agitadas. Corro. No me freno. Luzco una solera marrón con lunares blancos. Se zarandea con el movimiento de mis piernas. Busco, encuentro, abro los abrazos. Se hace silencio. Hay un ruido roto. Me sueltan.


Suelta. Casi 17. Repito que suelto y me sueltas. Camino descalza. Tocar, palpar, sentir, sufrir. Hay vírgenes que se levantan a bailar. Es Carnaval y estamos casi sueltos. Pájaros, volantines, pelotas, pirotecnia.